viernes, 28 de enero de 2011

Reseñas de La hija del dragón de hierro, de Michael Swanwick

Han aparecido recientemente dos reseñas de La hija del dragón de hierro de Michael Swanwick:

Fronterad

A Book a Day till I Can Stay (en inglés)

La primera es de Andrés Ibáñez, que hace unos meses le dedicó a Sapkowski la estupenda columna que comenté aquí; en cuanto a la segunda, ésta es mi traducción:

"He tenido la suerte de experimentar aquel viejísimo cliché sobre "perderse en un buen libro". Es raro que esto suceda, pero pasa. Ser completamente transportado al mundo invocado por la imaginación de un escritor es algo delicado y maravilloso.

En el curso de este desafío [escribir una reseña al día mientras espera la concesión de un visado de trabajo en Australia] he experimentado esto sólo en dos o tres ocasiones. Geoff Ryman [con The Child Garden] me proporcionó una de tales diversiones, así como David Mitchell [con Cloud Atlas]. Al escribir cada entrada de este blog, me vuelvo cada vez más ansioso de experimentar de nuevo la sensación de hundirme en otro mundo imaginario.

Las primeras páginas de la novela de Michael Swanwick prometían exactamente eso. Jane Flordaliso ha crecido en una fábrica que proporciona dragones a los reinos élficos. Es humana, pero tan esclava como los demás trabajadores, elfos, cambiaformas y otras clases de hadas, propiedad de la propia fábrica. A Jane la convencen para que ayude al problemático Gallo a sabotear la fábrica en un intento de asesinar a su supervisor, el asqueroso Blugg. El plan de asesinato falla y su instigador pierde un ojo como consecuencia, pero Jane vuelve a su catre con el medio para su propia huida. Un grimorio que detalla la fabricación de dragones.

Según crecen sus conocimientos sobre el funcionamiento de estas increíbles monturas aereas, comienza a percibir una voz que la llama al patio de la fábrica. Allí encuentra al dragón Número 7332, que la engatusa con promesas de liberarla del sufrimiento de la fábrica. Sin embargo, pronto se da cuenta de que ha cambiado a un amo por otro, y el caos indiscriminado que el dragón desencadena sobre la fábrica mata tanto a sus enemigos como a los pocos amigos que tenía.

Lo que sigue es una narración que podríamos calificar de dickensiana sobre el ascenso de Jane en la sociedad élfica, un universo pagano, duro y cruel que sin embargo se nutre de la industria. Las diversas razas de hadas conviven en una sociedad basada en la dominación y la explotación. Jane comienza su educación formal disfrazada de ninfa de los bosques normal y corriente con el objetivo de aprender a reparar a Número 7332, descubre su pasión por el robo y gracias a su astucia obtiene una beca para estudiar ciencias alquímicas en la universidad. Con cada ascenso en la sociedad se encuentra atrapada en las mismas narrativas, triángulos amorosos y amargas enemistades. Los rostros y los nombres reaparecen con tanta frecuencia que llega a dudar de la realidad de su existencia. Bajo esa superficie, sabe que el dragón la está controlando, usándola como pieza en un juego de estrategia cósmica que no puede comprender.

Swanwick prepara un guiso delicioso con tropos de la fantasía y el steampunk que gira en torno a los dos polos del nihilismo cósmico y la transformación alquímica. La hija del dragón de hierro es un libro perversamente gamberro, de alcance ilimitado y con un malévolo sentido del humor. Hay toques de Dickens dispersos por toda la novela, incluyendo una referencia a la ruptura de una bota de vino como signo de la creciente inestabilidad de París en Historia de dos ciudades. Las convenciones onomásticas también recuerdan a los caprichosos nombres de Dickens, aunque Swanwick incluye igualmente alusiones a la mitología galesa para recordarnos que se trata en primera instancia de una novela de fantasía. Las escenas de rituales de magia sexual, las costumbres reproductivas de las gárgolas, los elfos que esnifan rayas de coca y ver a Jane consultando a una bruja sobre métodos anticonceptivos complican la clasificación categórica.

Pues hay que decir que se trata de una visión de la fantasía profundamente retorcida, un extravagante psicodrama que deja muy atrás a autores como China Miéville, situándose más cerca de un Samuel R. Delany o un M. John Harrison.

Contar más me temo que sólo estropearía la experiencia de leer este libro por uno mismo. Escribir esta reseña ha sido para mí un placer tan grande como leer el libro del que trata. Una revelación, caprichosamente profundo y deliciosamente retorcido. Otro abrumador éxito de la colección Fantasy Masterworks de Gollancz."

En esta entrada del pasado mes de febrero podéis encontrar otra reseña del mismo libro y mi comentario.

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