martes, 24 de mayo de 2016

Feria del Libro de Madrid 2016


Este año Alamut y Bibliópolis volverán a la Feria del Libro de Madrid, en el parque del Retiro, del 27 de mayo al 12 de junio. Nuestra caseta será en esta ocasión la número 298. ¡Os esperamos!

ACTUALIZACIÓN El sábado 11 de 12 a 13 h. tendremos a Rafael Marín firmando en nuestra caseta las obras que hemos publicado en nuestros sellos: Mundo de dioses, Está lleno de estrellas y Son de piedra y otros relatos.

martes, 17 de mayo de 2016

Introducción a Está lleno de estrellas


Ésta es la introducción que escribí para Está lleno de estrellas. Memorias de una afición, de Rafael Marín, que ha sido recientemente destacado en los Premios Ignotus 2016 de la AEFCFT:

"Los lectores que comiencen estas memorias se darán cuenta enseguida de que Rafael Marín ocupa un lugar privilegiado en el sistema del fantástico en español. Fan, escritor, guionista, traductor, crítico, ensayista, organizador de convenciones y opinador impenitente, se ha convertido en un personaje ineludible de diversos fandoms en los últimos treinta años (por lo menos). Como tal, su trayectoria, que él cuenta en estas páginas con una impagable mezcla de guasa y melancolía, resulta ejemplar para identificar algunas de las tensiones que han dominado nuestro campo durante su época.

De entrada, podemos definir el temperamento del fan activo promedio como ciclotímico: tan pronto se siente elevado a las cimas de la gloria como se ve hundido en lo más profundo de la miseria. Con frecuencia, los acontecimientos concretos que conducen a uno u otro extremo no son tan significativos, pero la reacción es radical. Es algo inevitable: en todos los terrenos de la actividad humana, las ambiciones corren el riesgo de verse frustradas, las ilusiones se agotan y los placeres se diluyen. Podemos etiquetarlo como el conflicto entre la realidad y el deseo. Pero para los aficionados al fantástico, el abismo entre una y otro es aún mayor, ya que sus visiones son tan vastas como el espacio y sus fantasías tan densas como la historia. De ahí que no haya fan que no se haya dado cuenta, tarde o temprano, del grotesco contraste entre su hambre de infinito y la pobre plasmación de sus proyectos. No obstante, no todos los que nos hemos dedicado a esto nos percatamos de la verdad más profunda: que no importa fracasar, sino haberse atrevido a soñar a lo grande. Es decir, no es relevante que el impulso artístico, erudito o asociativo se quede al final en poco o nada; lo relevante es tener ese impulso y sostenerlo, vivir la aventura. Por esta razón el fan ya es rico, pero raramente lo sabe.

Una de las formas que adopta esta ciclotimia, y que Rafael Marín ha experimentado en sus carnes, es la relación de amor y odio hacia la ciencia-ficción (una mera etiqueta comercial, aclaro, que en España ha visto muy ampliado su significado y a menudo se ha usado, entre aficionados de varias generaciones, para referirse tanto al fantástico en un sentido más general como al colectivo de fans que llamamos fandom y sus actividades). Rafael Marín ha huido de la ciencia-ficción (en sus diversas acepciones), pero la ciencia-ficción ha corrido más rápido y siempre le ha dado alcance. Efectivamente, como él otros escritores han comenzado su andadura en este campo y en algún momento de sus carreras lo han repudiado, con frecuencia sólo temporalmente, circulando en ciclos de alejamiento y aproximación. De nuevo vemos un contraste chocante, en este caso entre lo que se proclama y lo que se hace; de nuevo no tiene importancia. Porque el secreto de la ciencia-ficción es que es una enfermedad crónica: una vez contraída, ya no se cura. O dicho en términos menos tétricos: quienes hemos tenido la suerte de acercarnos a estos ámbitos de maravilla ya nunca somos los mismos, y los llevamos con nosotros como equipaje intelectual y sentimental toda la vida.

La razón más habitual que provoca el conflicto entre la realidad y el deseo, y la activación de este ciclo de cultivo y repudio de la ciencia-ficción en la carrera de los aficionados, es, naturalmente, la falta de éxito. Este éxito se puede medir ciertamente en ventas de un libro o una revista, pero en realidad no es necesariamente económico. La adquisición de reputación, la obtención de estima y respeto, es una moneda igualmente válida. No hay escritores malditos que estén satisfechos con su suerte, y los autores de culto suelen estar cómodamente muertos, lo que evita tener que escuchar sus quejas. En verdad hay algo únicamente trágico en la historia de la llegada a la madurez de la ciencia-ficción en España y su simultanea incapacidad para establecerse como base de una industria rentable. Los que vivimos este proceso desde la posición emocionalmente segura de la crítica o la edición estamos aún un poco sonados por este fracaso, como viejos generales que buscan sin éxito entender en qué momento se tomó la decisión errónea que condujo a la derrota; así que no puedo imaginarme lo duro que debe ser para los escritores que se dejaron la piel en el intento y por tanto tuvieron una implicación mucho más íntima. El caso de Rafael Marín, diáfanamente expuesto en estas memorias, es de nuevo ejemplar: como escritor ha sido exigente consigo mismo y versátil, a menudo excelente y nunca menos que bueno; como aficionado ha cultivado todo tipo de contactos, de base y de élite; como opinador ha tomado parte en los debates sustanciales de cada momento, tanto sentando cátedra como fajándose en polémicas; y como personalidad pública ha sido elocuente, participativo y encantador, sabiendo volverse imprescindible. Y lo más importante: ha mantenido esta actividad sostenidamente durante décadas sin desfallecer. ¿Qué más podía haber hecho? ¿Cuál ha sido su carencia, su pecado original, si es que se le puede achacar la responsabilidad, para que toda esta extensísima actividad artística y profesional no le haya convertido en un peso pesado de las letras? Ésta es una pregunta pertinente porque puede plantearse también, en buena medida, acerca de las carreras de muchos otros escritores y expertos de su generación. La respuesta no es fácil de encontrar, más allá del cliché de que el éxito está mal repartido y que lo normal, estadísticamente, es que las buenas obras no se vean reconocidas.

El tipo de escritor que estas circunstancias adversas (o, atendiendo a los ciclos, alternativamente favorables y desfavorables) han producido es, como demuestra la carrera de Rafael Marín, el de un experto en la reinvención. Es lógico: si el ambiente no es estable, la selección natural favorece a los que saben adaptarse. Es posible deplorar la ausencia de un contexto comercial más sereno en el que estos escritores hubiesen encontrado las condiciones para explotar a fondo sus hallazgos; podemos fantasear, en el caso de Rafael Marín, con unas continuaciones que explorasen el universo de Lágrimas de luz, o una línea editorial que multiplicase los superhéroes españoles de Iberia Inc, o una serie de novelas detectivescas protagonizadas por el ex boxeador Torre que fueran celebradas por su popularización de una cultura local, la gaditana, vivaz y colorista. Y sin embargo, un análisis comparativo con otros mercados más boyantes (eminentemente, el anglosajón) nos señala inequívocamente adónde conduce la relativa estabilidad comercial: al incardinamiento de los escritores en esquemas preexistentes de funcionalidad comprobada, al autoplagio de los éxitos, al estiramiento del chicle hasta que pierde el sabor, a la repetición y al estancamiento. Tanto es así que en la ciencia-ficción anglosajona los periódicos momentos de renovación (que han venido a darse uno por generación, aproximadamente) se viven como auténticas revoluciones. Pero para los escritores españoles, su carrera es una revolución permanente. Afortunados ellos: no disfrutan, en su mayoría y la mayor parte del tiempo, de la bonanza de un clima comercial templado; pero en su navegación entre tempestades y escollos, conocen una diversidad que es, en buena medida, su propia recompensa. Puede que no lleguen a ser maestros de nada, atareados en ser aprendices de todo; pero qué aprendizaje tan apasionante.

Enfrentados históricamente a esta situación, no es de extrañar que tantos autores y aficionados acaben tirando la toalla. Y sin embargo, el final de esta azarosa historia de búsqueda de la realización artística y el reconocimiento, cuando no del éxito material, es menos amargo de lo que trasluce el tono resignadamente irónico de estas memorias. Porque este ámbito de la ciencia-ficción y el fandom, algunas de cuyas tensiones y contradicciones he intentado describir, tiene sus propias compensaciones que a menudo pasan desapercibidas. Una de ellas, y no la menor, es que el género tiene memoria. Es posible leer la sucesión de proyectos de alcance relativamente corto en los que Rafael Marín se ha embarcado a lo largo de las décadas como un listado de frustraciones (y este libro tiene algo de eso), pero lo que es innegable es que, aunque el autor pueda pensar que esto no le compensa, su obra sigue muy viva. Al contrario de lo que podría suceder en otros campos, la falta de éxito comercial no supone el final de la aventura; a menudo se recuperan y se reeditan obras relativa o completamente deficitarias, gracias a la pasión, al entusiasmo y al compromiso de sucesivas generaciones de aficionados. La literatura fantástica es como una catedral construida a lo largo de los años y los siglos; con el paso del tiempo, la piedra descartada en un momento puede acabar siendo usada como clave de bóveda. Las novelas y cuentos de Rafael Marín, como él mismo reconocerá si se le pone en el brete, se han reeditado periódicamente y se seguirán reeditando; y lo mismo puede decirse de muchas obras de muchos otros artistas del género. Puede que no sean para nosotros las delicias de la fama y la gloria, pero lo que es seguro, a la vista de la historia, es que tampoco caeremos nunca del todo en el olvido."


martes, 26 de abril de 2016

Introducción a Dulces dieciséis y otros relatos


Reproduzco aquí la introducción que escribí para Dulces dieciséis y otros relatos, de Eduardo Vaquerizo, a modo de presentación de la serie de antologías de autores españoles del nuevo sello Cyberdark:

"Es de común conocimiento que en la década de los noventa y principios del nuevo siglo se produjo una eclosión en la ciencia-ficción y la fantasía escritas en español: un conjunto de escritores (una treintena larga, si sólo tenemos en cuenta a los autores de obra más continua y extensa, y más de un centenar, si incluimos a los esporádicos) produjo una narrativa de una calidad, una sofisticación, una diversidad y una madurez como no se había visto hasta entonces en estos campos en España, y como es discutible que se haya vuelto a ver, en esa cantidad y consistencia, desde entonces.

Para los que vivimos aquella época como escritores, editores, críticos o simples lectores, esta idea estaba constantemente en el aire: sabíamos, y nos lo repetíamos unos a otros, que vivíamos un momento muy especial. En una especie de fiebre milenarista, estábamos convencidos de que una resistencia histórica se había roto por fin, y la cf y la fantasía españolas estaban a punto de tomar el mercado por asalto.

Con la perspectiva que da el transcurso del tiempo, cabe constatar que, salvo excepciones, nos equivocábamos en esto último; pero es de destacar también que, una o dos décadas después de la publicación de algunos de estos textos, y sosegados considerablemente los entusiasmos tras la desaparición de buena parte del entramado de fandom que sostenía la autoestima de estos autores, sólo hay que releer los relatos y novelas producidos entonces para ver que teníamos completamente razón al considerar su obra de extraordinaria calidad.

Tras los diversos avatares producidos en el mundo de la edición de cf y fantasía a lo largo de los últimos años, buena parte de esta obra, especialmente la de corta extensión, resulta inencontrable: publicada originalmente a menudo en cabeceras de escasa difusión, incluso cuando ha sido recopilada en antologías que continúan en catálogo (caso de las de la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror, que por relativa dejación de las editoriales profesionales se ha convertido en un repositorio fundamental del material de esta época), esta obra se encuentra dispersa y sin ordenar ni presentar adecuadamente. Y precisamente con esta finalidad nace esta colección.

Con el nombre de Cyberdark, que tantos recuerdos traerá a los aficionados que frecuentaron sus foros en la primera mitad de la década pasada, esta serie de libros pretende recuperar las mejores obras de algunos de los autores más relevantes de esa generación. Bajo el formato de antologías de grandes éxitos literarios, en estos títulos seleccionaremos, de acuerdo con los autores, aquellos relatos que más han destacado de su producción. Para ponerlos en contexto, hemos pedido a sus autores que escriban posfacios especialmente para esta edición, de forma que los lectores tengan un atisbo de qué ambiente produjo estos textos.

El resultado, si la colección se prolonga en el tiempo, debería ser un retrato sesgado hacia la excelencia de una época que ahora sabemos que fue tan extraordinaria como nos lo pareció entonces.

* * *

Una de las ventajas de la perspectiva histórica es que conocemos qué pasó después: podemos incorporar nuestro conocimiento de cómo terminaron las cosas a nuestra apreciación de un tiempo determinado. Con esta perspectiva, quizá el mayor misterio que rodea a esta generación de autores es: ¿por qué no alcanzaron el éxito comercial que pensábamos que tenían al alcance de la mano?

Estos autores, de condiciones y orígenes muy diversos, crecieron como escritores en el fértil campo del fandom español de la época. Los fanzines, las revistas cuasiprofesionales, las tertulias, los concursos literarios, el asociacionismo y las convenciones fueron su ámbito natural. A imitación consciente o inconsciente del fandom estadounidense de los años treinta y cuarenta (cuya tradición caló en el fandom español gracias a los prólogos de las antologías de Isaac Asimov, especialmente El joven Asimov), los escritores españoles de cf y fantasía templaron sus armas primero en el terreno del cuento, más rápido de escribir y publicar, y potenciamente más lucrativo que la novela, dado que, a falta de mercados para la ficción corta como eran las revistas en Estados Unidos, existían varios concursos con dotación económica (algunos de los cuales perviven). Mi propia aportación a este ambiente fue publicar primero el fanzine El Fantasma/Artifex entre 1993 y 1998, y luego las antologías Artifex, coeditadas con Julián Díez, entre 1999 y 2006. Particularmente en esta segunda fase, creo que se trató de un lugar de paso importante para la evolución de algunos de los escritores de la época, ya que les ofreció un formato atractivo donde apetecía publicar, al tiempo que les sometía a criterios editoriales: Artifex seleccionaba cuidadosamente el material que recibía, y además proponía, si lo consideraba necesario, modificaciones a los autores.

Pero Artifex era sólo una pieza de un mundillo que incluía, además, los ya citados concursos literarios (cuyos premiados y finalistas nutrieron a menudo las páginas de la antología), otras cabeceras prestigiosas en las que aspirar a colocar los cuentos, y tertulias informales y convenciones en las que interactuar con otros escritores, generando dinámicas de competencia e imitación que produjeron excelentes resultados. Era un mundo de escasez (no todos podían aparecer en las revistas de referencia, ni ganar los concursos, ni ser incluidos en las antologías de la AEFCFT) donde, a falta de incentivos eminentemente financieros, existían motivaciones de prestigio, de competitividad y de tradiciones grupales que de hecho acicatearon a muchos escritores desde comienzos prometedores hasta la excelencia. De ahí que los partícipes y observadores de la época, a la vista de esta evolución, estuviéramos tan convencidos de que el éxito comercial sólo era cuestión de tiempo.

¿Qué pasó, pues? Sólo puedo apuntar algunas conjeturas. El fandom y sus actividades existían en un relativo aislamiento del mundo de la edición profesional, por lo que el recorrido de un autor ambicioso en ese ámbito podía ser muy corto, en proporción directa a su éxito: una vez alcanzaba los objetivos de publicar en ciertos medios y ganar ciertos premios, no quedaba sino repetirse, lo cual es sabido que produce mucha menos satisfacción. Así, algunos autores que habían eclosionado en el fandom en la primera mitad de los noventa no tuvieron más remedio que dirigir sus energías al mercado de la narrativa juvenil, donde daba la impresión de que los talentos procedentes del fantástico eran bienvenidos, y donde éstos podían aspirar a (y, en algún caso, consiguieron) desarrollar carreras lucrativas escribiendo novelas.

Pero a finales de los noventa y comienzos del siglo la situación editorial había cambiado. Un puñado de editoriales, algunas tradicionales y otras de nuevo cuño (como mi propio sello Bibliópolis), se mostraron muy activas en la publicación de cf y fantasía, en un momento dulce de la edición que duró algo más de un lustro. Ésta era la ola que podían aprovechar los escritores en activo de la época; ésta era su oportunidad. Y fueron publicados por docenas, y por docenas tuvieron escasos resultados comerciales (con alguna excepción). El talento estaba ahí; el apoyo industrial, sin ser exagerado, era inaudito en la historia de la cf y la fantasía españolas; y sin embargo, cuando pasó la ola, el publicar una o dos novelas en alguna editorial prestigiosa se reveló, para la mayoría de los autores, como un simple hito más en el cursus honorum del fandom, y no como el comienzo de una nueva fase lucrativa (y, por lo tanto, que ofreciera un incentivo para seguir escribiendo cada vez más y con cada vez más ambición) de su carrera.

Naturalmente, habría sido demasiado esperar que muchos autores conocieran el éxito. Después de todo, es una verdad universal del negocio editorial que muy pocos títulos venden más que todos los demás juntos. El éxito, en otras palabras, está mal repartido. Pero, ¿era inevitable que prácticamente ningún autor recibiera el estímulo necesario para continuar escribiendo novelas? Creo que no. Parte del problema fue una disfunción en la publicación de estos escritores: de la mayor parte de sus novelas se encargó el sello Minotauro tras su compra por Planeta, en una valiente operación que podría haber provocado la creación del mercado nacional del fantástico cuyo advenimiento todos esperábamos... de haber estado mejor pensada y más apoyada por la maquinaria editorial de Planeta; mientras, los sellos medianos independientes que, en un mercado sano, habrían publicado las propuestas más arriesgadas, habrían soportado mejor ventas mediocres, habrían insistido con algunos autores por pura tozudez, y tal vez así habrían hallado éxitos inesperados, se inhibieron por diversas razones, dejando el terreno sustancialmente libre a Minotauro y, de hecho, jugándose el destino de la cf y la fantasía en español a una sola carta... que no salió. Y yo, ciertamente, como editor profesional de la época, también tuve mi parte de culpa en esto.

Los tiempos han cambiado, y no sirve de nada intentar ganar ahora las guerras pasadas, ese entretenimiento de generales ociosos. El éxito para los autores actuales, y para aquéllos de los históricos que siguen en activo, depende de factores muy distintos de los citados, que alguien con más acierto que yo tendrá que describir, y que escritores criados entre ellos tendrán que saber aprovechar. Pero, por una serie de afortunadas circunstancias, yo sigo editando profesionalmente cuando buena parte del mundo editorial en el que creé mi primer sello ha desaparecido. Sirvan este libro y esta colección, pues, como un primer y tímido paso para recordar que la producción de cf y fantasía de la más alta calidad está al alcance de los escritores españoles, y que es un deber (y un placer) para los editores reconocer dicha calidad y contribuir a su difusión."